Vivo pegada al móvil. Debería relajarme, lo
sé, pero como decía un anuncio de audífonos de la teletienda "no pierda un
vuelo por no oír la llamada". Pues eso.
Del dormitorio a la cocina a la hora del
desayuno, después a mi oficina, para volver otra vez a la cocina a la hora de
comer y a la oficina por la tarde. Todo eso con el móvil en la mano. La casa no
es muy grande, así que bastaría con dejarlo en un sitio fijo para oírlo si
suena. Pero me siento más tranquila si va conmigo.
Es tal el bonding que tengo con mi smartphone que hasta me pongo nerviosa cuando voy en el Metro y no hay
cobertura. Claro, seguro que justo ahora me llaman para alguna entrevista.
Para más inri, pensando en que el tráfico
de mails iba a ser fluido y constante contraté una tarifa plana de datos para
no perderme ninguno. Ahora que me he dado cuenta de que no me hace falta
porque estoy siempre en casa con el ordenador encendido ya no me puedo dar de
baja, porque la super oferta que contraté implicaba un compromiso de 18 meses.
Un chollazo.
Pero nadie me llama para un trabajo. Nadie.
Ni siquiera mi marido me llama para preguntarme qué tal estoy porque estamos todo
el día en casa juntos.
Un momento, está sonando el teléfono.
¿Quién es? Mamá.
Adoro a mi madre.
Oye, que las amigas también llamamos, eh!
ResponderEliminarLa descripción de cómo vives pegada al móvil, muy divertida. Por cierto, no me avisa, me he metido yo...