viernes, 21 de diciembre de 2012

Se acaba el mundo y yo con estos pelos


Estoy en la oficina. Son las 10.55 de la mañana. Me estoy touching las pelots a dos manos pero tengo que disimular. No es que siempre esté ociosa, noooooo. Es que es casi navidad, hay poco curro y, sobre todo, pocas ganas.
Dicen en la tele que hoy se acaba el mundo. Manda huevos, tardo más de un año en encontrar trabajo y ahora se va a esfumar todo así de repente.
Ante la perspectiva de la inminente llegada del apocalipsis, he decidido adelantarme a lo que pueda venir y he estado cavilando sobre los pros y los contras de trabajar para ver si en la próxima vida me convenía buscar empleo o dedicarme a mis labores.
Pues bien, he aquí el resultado de mis reflexiones por orden de importancia:
PROS
1.       Cobrar. Santa Nómina Bendita. Eres tú tan bonita...
CONTRAS
1.       Falta de tiempo.
2.       Sueño. Madrugar. Sueño. Acostarse tarde. Sueño. Ojeras. Sueño.
3.       La muchedumbre en el Metro en hora punta tanto para ir como para volver.
4.       Culo plano y celulitis.
5.       Comer rápido y mal.
6.       Mandar whatapps a escondidas.
Soy consciente de la total carencia de originalidad de lo expuesto anteriormente, pero es real como la vida misma.
En mi próxima vida quiero ser mujer florero. Con pasta y con muchas amigas mujeres florero con pasta. Invertiría mi tiempo en cosas totalmente improductivas económicamente hablando, pero que me iban a sentar como Dios. Y que nadie crea que estoy tomando su nombre en vano. Todo lo contrario. Lo expresaré en formato oración/petición a ver si cae la breva, se apiada de mí y soy una de las elegidas.
Señor, por mi salud mental y por la de los que me rodean, te pido que me concedas una vida plena llena de satisfacciones y placeres terrenales sin tener que trabajar. Te ruego disponer de tiempo y dinero para disfrutarlo, para estar con mi marido, con mi familia y con mis amigos, para darme masajes, para hacerme la manicura e ir a la peluquería al menos una vez por semana, para ir al gimnasio sin que suponga un esfuerzo excesivo (pero que se note ¿eh?), para viajar, para dormir y para XXXX (eso, sí, justo lo que estáis pensando). No me dejes caer en la tentación de convertirme en una asalariada. Líbrame del mal de las arrugas y la celulitis. AMÉN.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Bio oficina

En mi nuevo trabajo abunda lo light y bio.

Todas las mañanas pasa una señora con un carrito vendiendo el snack de media mañana. ¿Y qué es lo que vende? Fruta y yogures (bio y de soja). Sólo eso. ¿Dónde quedó la sana costumbre de tomarse un donuts, un cuerno de chocolate o un croissant de esos que tienen tanta mantequilla que se te llenan los dedos de grasilla? 

En el cole en el que hice EGB (de monjas como mandaban los cánones de la época), había un bar al que íbamos en masa a la hora del recreo de la mañana y en el que sólo se vendían bollos y bolsas de patatas fritas. A la vez que nosotras engordábamos a base de ingerir bollería industrial, lo hacía también la hucha de las hermanas.

En mi siguiente cole en el que estudié BUP y COU (laico y mixto como a mí me gusta), nos daban un bocadillo a la hora del recreo. Sí, sí, un bocata. 

Pero en mi oficina no. Allí sólo se come comida sana.

A mediodía todos sacan a relucir sus tupper ideales en sus bolsas ideales. Pero ellos no comen de tupper porque son cutres. 
No señor. Ellos lo hacen porque son sanos. 

Traer la comida de casa, argumentan, es la única manera de saber lo que comes, de no ingerir calorías de más, ni grasas. Y una mierda. Todos sabemos que es una forma de ahorro. Eso sí, los tickets restaurante los guardamos para los atracones del fin de semana.

Con el alcohol pasa lo mismo. Nadie bebe. O eso dicen. Pero la cena de Navidad de la empresa ha dejado a todo el mundo en evidencia. Allí todos bebían, cantaban y bailaban como locos. ¿Porque estaban borrachos? 
No señor. Porque estaban contentos.