domingo, 9 de diciembre de 2012

Bio oficina

En mi nuevo trabajo abunda lo light y bio.

Todas las mañanas pasa una señora con un carrito vendiendo el snack de media mañana. ¿Y qué es lo que vende? Fruta y yogures (bio y de soja). Sólo eso. ¿Dónde quedó la sana costumbre de tomarse un donuts, un cuerno de chocolate o un croissant de esos que tienen tanta mantequilla que se te llenan los dedos de grasilla? 

En el cole en el que hice EGB (de monjas como mandaban los cánones de la época), había un bar al que íbamos en masa a la hora del recreo de la mañana y en el que sólo se vendían bollos y bolsas de patatas fritas. A la vez que nosotras engordábamos a base de ingerir bollería industrial, lo hacía también la hucha de las hermanas.

En mi siguiente cole en el que estudié BUP y COU (laico y mixto como a mí me gusta), nos daban un bocadillo a la hora del recreo. Sí, sí, un bocata. 

Pero en mi oficina no. Allí sólo se come comida sana.

A mediodía todos sacan a relucir sus tupper ideales en sus bolsas ideales. Pero ellos no comen de tupper porque son cutres. 
No señor. Ellos lo hacen porque son sanos. 

Traer la comida de casa, argumentan, es la única manera de saber lo que comes, de no ingerir calorías de más, ni grasas. Y una mierda. Todos sabemos que es una forma de ahorro. Eso sí, los tickets restaurante los guardamos para los atracones del fin de semana.

Con el alcohol pasa lo mismo. Nadie bebe. O eso dicen. Pero la cena de Navidad de la empresa ha dejado a todo el mundo en evidencia. Allí todos bebían, cantaban y bailaban como locos. ¿Porque estaban borrachos? 
No señor. Porque estaban contentos.

2 comentarios: