jueves, 1 de noviembre de 2012

To tupper or not to tupper. Esa es la cuestión.

Y no me refiero al tuppersex. Esta vez no.

Cuando uno empieza en un nuevo trabajo una de las dudas que se le plantean es dónde, qué y con quién comer.

Analicemos las diferentes opciones:

1. Comer de menu en un bar / restaurante. Precio medio = 10 euros
2. Comprarte un sandwich o una ensalada y comer en tu mesa o en el banco de la calle. Precio medio = 5 euros.
3. Llevarte los restos de casa no tiene precio.

La opción 3, más conocida como "comer de tupper", es práctica común en casi todas las empresas. Ahora resulta que es lo más cool y lo más sano, porque te permite llevar una comida casera, variada y de bajo contenido en grasas y sal. Pero no nos engañemos, es la clásica "tartera" que los currelas han llevado a la obra toda la vida, preparada con esmero por sus queridas mujeres y regada, eso sí, con un buen Don Simón de treta brik y un sol y sombra de postre porque si no no hay dios que aguante.

Esta opción, además de popular, es la más económica de todas. En mi nueva oficina hay una sala grande que se utiliza de comedor. Tiene todo lo necesario para practicar el tupperismo: varias neveras, microondas, mesas y sillas a discreción y máquinas de agua y refrescos.

Hasta aquí todo bien. 

Por ser la nueva se me plantean varias dudas que se irán resolviendo según vaya conociendo las costumbres de mis compañeros.

La más importante: to tupper or not to tupper? 
Por todo lo expuesto anteriormente me decanto por "to tupper".

Ahora bien... ¿me hago la sana y la fina que come como un pajarito y me llevo una ensalada o un sandwich de pan integral y una manzana? ¿O, por el contrario, me llevo comida de la buena, de esa que apesta cuando la metes al microondas y que luego te deja el tupper lleno de aceite? Ya sabéis a lo que me refiero. Unas buenas lentejas con su choricito y su ajo (de las que repiten toda la tarde y te impiden levantar la cabeza del ordenador), las sobras del cocido de casa de tu madre, albóndigas con salsa y arroz, espaguetis boloñesa, pollo al ajillo, etc. 

Y otra duda. ¿Caliento la comida en un plato o como directamente del tupper? Al no tener confianza con el resto de comensales hay que elegir con mucho esmero el modelo de tartera que una se lleva a la oficina. Ahora que el tupperismo está de moda venden unos recipientes de diseño prácticos a la vez que estilosos. No se trata de los clásicos tupperware que todos tenemos en casa. En absoluto. Vienen con el tenedor incorporado y el bote para el ajilimójilis a juego con la tapa del recipiente. Una monada. Eso sí, cuestan más que una comida de menu (opción 1).

Y después de comer, ¿qué hago con la tartera? ¿Le paso un agua ahí mismo y la guardo en la bolsa chorreando o me la llevo sucia a casa y cuando llegue ya veremos?

El tupperismo hay que practicarlo con mucha elegancia. Y no todo el mundo sabe hacerlo. Es fundamental llevar la tartera en una bolsa con diseño. 
Sobre todo si se viaja en transporte público. Tú disimulas haciendo que llevas un regalo o una chuchería que te acabas de comprar. Pero sabes que todo el mundo sabe que lo que llevas en esa bolsa es ¡UN TUPPER! 

No importa. Antes muerta que sencilla. 





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