No es
que ahora me dedique a ir por las casas con una maleta llena de “juguetes”. Es
que ayer salí de despedida de soltera y fui con mis amigas a una sesión de
tupper sex.
Está
bien, el tupper y el sex no tienen que ver con la búsqueda de
empleo que es el objeto de este blog, pero el ocio también forma parte de la
vida rutinaria de esta pobre desempleada. Y además es mi blog y escribo lo que
me da la gana.
Quedamos
a las 7 de la tarde cual quinceañeras que somos. La charla era en una tienda
erótica especialmente destinada a mujeres. Vamos, un sex shop pero con paredes
empapeladas y todo muy rosita. Divino.
Allí
nos esperaba Laura, una chica muy dulce que era la encargada de instruirnos en
la materia.
El
mundo de los juguetes sexuales da mucho, pero que mucho juego. Jamás en mi vida
pensé que iba a estar rodeada de miembros viriles de tantos colores, tamaños e
incluso formas. Se nos iban los ojos y los dedos señalando. Mira, mira este.
Pues mira este azul. Pues anda que el negro. Dioooooooooooosssssssss. ¿Esto
existe realmente?
Están
los que vibran, los manuales, con pilas, con cargador, con forma de auricular e
incluso con mando a distancia. Este último es el que más me impactó. Es
pequeñito y con forma de huevo (le llamamos el huevito). La gracia que tiene es
que te lo pones así, sin más, normal, porque sí, te vistes y haces tu vida. Cuando
tengas ganas de pasártelo bien aprietas el mando y a disfrutar. Parece un mando
de esos de abrir puertas de garaje, así que pasa desapercibido. También puedes
dárselo a tu pareja y que lo active cuando le apetezca.
Imaginemos
por ejemplo que estamos en la cena de nochebuena con toda la family y llevamos
el huevito puesto. Tu marido o pareja en cuestión decide que es hora de meterte
un viajecito y aprieta el botón justo cuando le estás pidiendo a tu madre que
te pase la saaaaaaaaaaaaaaaaalsaaaaaaaaaaaaaa para la
caaaaaaaaaaaaaaaaaarrrrrrrrrrrrrneeeeeeeeeeee.
Allí
estábamos las 12 escuchando la charla, muertas de risa y rodeadas de un montón
de artilugios destinados a aportar algo de chispa a nuestra cotidiana vida
conyugal.
Lo
único malo son los precios. El mayor o menor precio es directamente
proporcional al tamaño, obviously.
Pero el punto de partida es bastante alto. Demasiado para mi bolsillo.
Me
quedo con lo aprendido y con las carcajadas en la cena de después contemplando
y comentando las adquisiciones de mis amigas.
Chicas,
va por vosotras.
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