sábado, 22 de septiembre de 2012

Estoy en racha


El lunes pasado tuve una entrevista. Me fue bastante bien. Encontré la oferta a través de Linkedin, lo que me hace pensar que la página es bastante seria. Me dijeron que me llamarían al final de la semana.

Toda contenta hago las maletas y me voy con mi hombre unos días de relax (más). No es que nos haya tocado la lotería, qué va, es que tenemos familiares y conocidos con “posibles”. Así que por el módico precio de dos billetes de 35 euros de Ryanair hemos disfrutado de unas mini vacaciones (más).

Nada más aterrizar en nuestro idílico destino suena el teléfono. Pensé que era mi madre para saber si habíamos llegado, quién si no. Qué equivocada estaba. Me llamaban de una de las empresas que me entrevistaron hace cinco meses y de la que nunca tuve más noticias. Y era para hacerme una oferta. Sí, sí, a mí, a la que nunca llega al final de los procesos de selección. Yo, crecida no, lo siguiente, dije que estaba fuera y que esta semana no podía ser (por supuesto estaba dispuesta a tomarme un avión de vuelta en ese mismo instante, pero quería tantear y hacerme valer). “Ningún problema, por supuesto. Cuando tú puedas”. Hemos quedado el lunes. Se me puso una cara de orgullo y de comerme el mundo que había que verme. No pienso en otra cosa desde entonces.

Al día siguiente otra vez el teléfono. Esta vez el de mi marido. Para citarle para una entrevista. Lo mismo, “estoy fuera, no puedo hasta la semana que viene” (y yo mientras buscando vuelos en internet para la tarde). Pero como todo tiene sus tiempos y la gente es medianamente comprensible le han citado para el lunes.

Pero esto no termina. Ayer me enviaron un mail de la empresa 1 (ver 1er párrafo) para decirme que había pasado a la segunda fase del proceso. El siguiente paso es preparar un caso práctico. También para el lunes.

Queda demostrado que no hay nada como relajarse y olvidarse un poco para que el tema fluya. Ya veremos la semana que viene. Ahora mismo tengo la autoestima por las nubes.

Baja Modesto que subo yo.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Tupper sex


No es que ahora me dedique a ir por las casas con una maleta llena de “juguetes”. Es que ayer salí de despedida de soltera y fui con mis amigas a una sesión de tupper sex.

Está bien, el tupper y el sex no tienen que ver con la búsqueda de empleo que es el objeto de este blog, pero el ocio también forma parte de la vida rutinaria de esta pobre desempleada. Y además es mi blog y escribo lo que me da la gana.

Quedamos a las 7 de la tarde cual quinceañeras que somos. La charla era en una tienda erótica especialmente destinada a mujeres. Vamos, un sex shop pero con paredes empapeladas y todo muy rosita. Divino.

Allí nos esperaba Laura, una chica muy dulce que era la encargada de instruirnos en la materia.

El mundo de los juguetes sexuales da mucho, pero que mucho juego. Jamás en mi vida pensé que iba a estar rodeada de miembros viriles de tantos colores, tamaños e incluso formas. Se nos iban los ojos y los dedos señalando. Mira, mira este. Pues mira este azul. Pues anda que el negro. Dioooooooooooosssssssss. ¿Esto existe realmente?

Están los que vibran, los manuales, con pilas, con cargador, con forma de auricular e incluso con mando a distancia. Este último es el que más me impactó. Es pequeñito y con forma de huevo (le llamamos el huevito). La gracia que tiene es que te lo pones así, sin más, normal, porque sí, te vistes y haces tu vida. Cuando tengas ganas de pasártelo bien aprietas el mando y a disfrutar. Parece un mando de esos de abrir puertas de garaje, así que pasa desapercibido. También puedes dárselo a tu pareja y que lo active cuando le apetezca.

Imaginemos por ejemplo que estamos en la cena de nochebuena con toda la family y llevamos el huevito puesto. Tu marido o pareja en cuestión decide que es hora de meterte un viajecito y aprieta el botón justo cuando le estás pidiendo a tu madre que te pase la saaaaaaaaaaaaaaaaalsaaaaaaaaaaaaaa para la caaaaaaaaaaaaaaaaaarrrrrrrrrrrrrneeeeeeeeeeee.

Allí estábamos las 12 escuchando la charla, muertas de risa y rodeadas de un montón de artilugios destinados a aportar algo de chispa a nuestra cotidiana vida conyugal.

Lo único malo son los precios. El mayor o menor precio es directamente proporcional al tamaño, obviously. Pero el punto de partida es bastante alto. Demasiado para mi bolsillo.

Me quedo con lo aprendido y con las carcajadas en la cena de después contemplando y comentando las adquisiciones de mis amigas.

Chicas, va por vosotras.